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LOS HIJOS DEL HOMBRE PRIMITIVO

Las ltimas etapas del proceso de hominizacin siguen siendo un misterio para nuestro saber cientfico, y la relacin de aquellos adultos con sus hijos no poda constituir una excepcin al respecto.

Sin embargo, fenomenolgicamente, la Psicologa Comparada nos sugiere que uno de los presupuestos fundamentales de la hominizacin debe haber estado constitudo por el proceso que ha dado en denominarse de familiarizacin del macho.

Como qued dicho en el apartado anterior, las cras de los primates ya cuentan con un vnculo emocional importante, aunque reducido a la interaccin con su progenitora. sto es as especialmente en los gorilas y los chimpancs. Pero con la emergencia del homo sapiens sapiens, y muy posiblemente ya en algunos de sus precursores inmediatos, la estructura familiar bsica madre/hijos, se ampli gracias a la caza y la recoleccin as como a la ms compleja distribucin de tareas por sexo. La nueva estructura sufri las consecuencias inherentes a la extrema inmadurez del neonato humano. Crusafont Mir (1976) seala que tal caracterstica "puede decirse que culmina la cadena de perfeccionamiento del proceso reproductor y del desarrollo embrionario".

La anotada inmadurez obliga a ms intensos y extensos cuidados en el perodo postnatal. La intensidad de los mismos conlleva una dimensin emocional ms notoria, y su extensin permite que el beb incorpore lentamente mayor cantidad de informacin exterior. El autor citado sostiene que "para que el cerebro del hombre adulto encuentre su completa expresin y todas sus amplias posibilidades, es necesario que la maturacin cerebral halle un medio, no ya solamente fsico, sino incluso cultural y afectivo, que lo favorezca, y an que esta influencia se ejerza en su momento" (ibid).

Teniendo en cuenta los aspectos comportamentales de la relacin madre-hijo, es posible que no registremos grandes cambios entre los primates y el homo sapiens-sapiens. Tal vez la revolucin implicada en la culminacin de la hominizacin, adems de la incorporacin del varn a la vida familiar, se deba ms a que la cra del infante humano se desarrolla en un marco que podramos graficar con un tringulo cuyos lados estuvieran constitudos por el lenguaje, la previsin del futuro y la cooperacin. Precisamente esta ltima caracterstica, clave de la socializacin humana, se genera y desarrolla a partir de la divisin del trabajo en el novedoso grupo familiar que rene a ambos sexos.

De manera que un nio educado en tales condiciones ambientales diferir esencialmente de las cras animales.

En qu medida la humanizacin del medio juega un papel estructurante de la totalidad de conductas y vivencias queda probado ni bien se comparan las de cualquier animal domstico con las de un congnere salvaje. Si el animal domstico mantiene un cierto grado de libertad, manifestado a travs de y debido a su posibilidad de jugar durante toda la vida, es porque el medio humano le provee de lo necesario para su seguridad. El animal salvaje debe lograr tal seguridad por s mismo, y por lo tanto centra sus aprendizajes casi exclusivamente en la tarea de sobrevivir. El domstico, en cambio, aprovecha esa energa en aprendizajes ms diversificados, alcanzando as un grado de complejidad psquica mucho mayor.

Si semejantes posibilidades se alcanzan en seres con encfalos pobremente equipados, no deben llamar la atencin los resultados espectaculares logrados cuando semejante medio interacta con un encfalo humano capaz de reflexin, lenguaje, previsin y libertad.

Como ya nos ha sucedido con otros temas referidos al hombre primitivo, es muy poco lo que sabemos, en forma directa, del cuidado de los hijos en esa etapa evolutiva de la humanidad. Tal vez debamos conformarnos con la observacin de los pueblos de cazadores-recolectores de la actualidad. Entre Namibia y Botswana, en el desierto de Kalahari vive el pueblo Kung, perteneciente a la cultura san, peyorativamente denominada por los conquistadores holandeses cultura de los bosquimanos. ste ser nuestro modelo para la comprensin de lo que puede haber sucedido entre nuestros antepasados del Neoltico, y lo estudiaremos a travs de la descripcin de Leakey (1981): "Un grupo recolector se compone de unas treinta personas, cifra que ha dado en llamarse uno de los nmeros mgicos de la vida del cazador-recolector. Toda la gente que caza y recolecta en todo el mundo tiene como ncleo de su vida social y econmica un grupo de ese tamao. Parece ser la combinacin ptima de adultos y nios para explotar los alimentos vegetales y animales, tan dispersos, de los que viven: si el nmero es menor, la estructura social se debilita; si es mayor, hay que aumentar el esfuerzo laboral para recoger lo suficiente para todos". Algo ms adelante dicho autor aclara que "con la llegada de los meses secos invernales, los kung se congregan alrededor de pozos permanentes en concentraciones de un centenar o ms de personas. Esta fase pblica de su vida es muy importante. Es el perodo de sociabilidad intensa, curaciones y danzas hasta el trance a gran escala, iniciaciones, narraciones, intercambio de regalos y contratos matrimoniales. Viendo los dispersos campamentos de verano conectados por una invisible malla de parentesco, amistad y obligacin material, se comprueba que el invierno es la poca en que la red se estrecha, los lazos se refuerzan y se crean nuevas alianzas".

Siguiendo simpre la publicacin recin citada, sealemos que las mujeres de los pueblos de cazadores-recolectores dan a luz un hijo aproximadamente cada tres o cuatro aos, lo que puede interpretarse como una adaptacin biolgica al regimen de movilidad. Durante ese lapso, los pequeos siguen mamando, con la consecuente posibilidad de que se inhiba la ovulacin, a manera de precario mtodo de control de la natalidad. Pero lo que nos interesa aqu es que una etapa tan prolongada de contacto ntimo del nio con su madre, establece un vnculo emocional mucho ms importante que con el padre.

Por otro lado es evidente que la procreacin no podra ser ms frecuente pues los peridicos traslados de la tribu para cazar y recoger vegetales resultaran realmente interferidos por la presencia de varios bebs.

Convendremos con Leakey (1981) en que "la consecuencia de la divisin sexual del trabajo y del largo intervalo de natalidad es que la recoleccin resulta una actividad de gran relacin social entre varias madres y sus pequeos, mientras que la caza es una ocupacin mucho ms solitaria, por lo general a cargo de un par de hombres, posiblemente acompaados por un aprendiz adolescente".

Nuestro autor, luego de volver a recordar que no se debe asimilar exactamente estos hbitos de los !kung a los que presentaban nuestros antepasados, aclara que sin embargo aquellos hbitos tampoco deben haber sido demasiado diferentes a los correspondientes a "los diversos tipos de homnidos que vivan hace de dos a tres millones de aos, uno de ellos -la estirpe que lleg a ser la nuestra- ensanch su base econmica mediante el reparto de la comida y la inclusin de la carne en su dieta". En condiciones tales, la consideracin de los nios no debe haber resultado demasiado distinta de la que acabamos de ver.

A manera de sntesis digamos que esta organizacin socio- econmica constituye el primer paso de una invariante funcional de la historia del homo sapiens sapiens: la madre con un contacto muy estrecho, afectivo, proveedor, con tendencia a retener al nio cerca de la guarida, y el padre cuidando y proveyendo ms irregular pero heroicamente, a pequeos a quienes conducir al mundo exterior, convirtindose en modelo de identificacin para los varones. En otras palabras, y tal como qued indicado, la madre conteniendo en la casa y el padre conduciendo hacia el camino. Creo que este esquema sigue vigente a travs de decenas de miles de aos, por lo que me he permitido aplicarle la nomenclatura piagetiana de invariantes histricas.