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. Los roles sexuales y la virginidad

Como qued expresado, otro tema fundamental que concitar nuestro inters es el relativo a los roles sexuales. Mart y Pestaa (1983) nos transmiten una frase realmente esclaredora de Margaret Mead ("Sexo y Temperamento en las Sociedades Primitivas"):

"Los rasgos que llamamos masculino y femenino van tan poco ligados al sexo como el vestido, los ademanes o la forma de peinarse que una sociedad, en una poca determinada, asigne a cada sexo".

Esta inespecificidad de los roles no es aplicable al criterio definitorio y de valor con que las distintas culturas los marcan. En este sentido Herskovitz (1952) seala la rigidez con que cada una de tales culturas clasifica tales rasgos, y lo ejemplifica muy grficamente comentando que hay pueblos en los cuales los vestidos son confeccionados por los hombres, mientras las mujeres se ocupan de la alfarera. A pesar de que estas costumbres sean diametralmente opuestas a las de la inmensa mayora de sociedades conocidas, el intercambio de roles est tan penalizado en ellas, como lo est el simtrico en todas las dems.

Tal vez el campo en el que ms se destaque la diferencia de los roles sexuales sea el de las actividades econmicas, religiosas y estticas. Nos ocuparemos especialmente de las primeras. El hecho de que la mujer debiera dedicar tanto tiempo al cuidado de los hijos, y que la estructura osteomuscular del varn le permitiera resultar mucho ms apto para enfrentar los peligros externos, lo llev a encargarse de la proteccin de la familia, y -asociado con otros- a la caza. No parece necesario buscar otras razones para explicarnos el dominio masculino en el grupo familiar primitivo. Aunque s sera necesario hallar otras causas para entender la persistencia de dicho dominio en sociedades de tecnologa ms compleja.

Cuando luego del descubrimiento y extensin de la agricultura, las tierras propicias se limitaron a las zonas irrigadas, y el hombre empez a acumular y a envidiar bienes, incluy en la lista de los peligros externos a los otros grupos humanos. Desde entonces la imagen del guerrero impuso un nuevo sello al dominio masculino, sealado por la emergencia de la destructividad o agresin maligna(Fromm, 1975).

De cualquier manera habr de tenerse en cuenta que este dominio del varn nunca result un hecho absoluto. Una de sus limitaciones, bien descripta por Mair (1970), consiste en la atribucin de un status superior al linaje proveedor de mujeres, con respecto al que las recibe.

El dominio masculino es mucho ms evidente en los pueblos de tecnologa ms simple, en los que se valora especialmente la necesidad de proteccin de la mujer, que as pasa insensiblemente de depender de la autoridad paterna a la del marido o a la del hermano varn. Cuando el esposo se hace cargo de tal rol, adquiere simultneamente derechos que se siente obligado a compensar a la mujer o a su grupo de origen con obsequios, que segn Mair (ibid) no deben ser tomados como un precio, sino como un intercambio de favores mutuos.

Esta misma autora se asombra en otra obra (Mair, 1972) del temor que el hombre primitivo guarda hacia la mujer. En muchos pueblos la mujer es considerada peligrosa, y mitolgicamente se le atribuye "la separacin de los hombres con respecto a los dioses". Por lo tanto no puede sorprender que la posesin y el control de la mujer por el varn deriven defensivamente tanto en severos castigos al adulterio femenino, como en el infanticidio de “hembras”, o en "la celosa vigilancia de la castidad y la virginidad femeninas, la denegacin del divorcio a las mujeres y la prohibicin para la mujer de casarse con posterioridad a la muerte de su marido" (Gough, 1974).

En toda esta serie de conductas sociales qu lugar debemos atribuirle a la presunta secuencia mujer recolectora - agricultura - acumulacin de bienes - guerra? O tendremos que reconocer que lo decisivo en este sentido fue el hecho que debido a la especial conformacin genital femenina se introdujo una sexualidad necesariamente dialogal, y por lo tanto result inevitable la prdida de la pura instintividad animal, deviniendo el cuerpo de la mujer en el responsable de tan ansigeno progreso biopsquico? O ms bien concluiremos que todo se reduce al misterio de la maternidad, la envidia del hombre y el intento de superarla a travs de la formacin reactiva que se apoya en el descubrimiento de la participacin masculina en la procreacin? Creo imposible por el momento optar por alguna de estas lneas especulativas, as como descubrir otras distintas. De manera que lo ms prudente ser seguir analizando los aspectos accesibles del problema.

Ms all de aquellos pueblos dominantes en los que se da la simple ecuacin ya mencionada: virginidad femenina - honor masculino - crdito social, Mair (1972) subraya -como ya qued dicho- que una preocupacin similar se encuentra en sociedades y personas que no estn en condiciones de dominar a nadie. Lo que tendra relacin, por lo menos en el frica, con la idea que las relaciones sexuales son peligrosas y contaminantes en s mismas. Razn por la cual "se las prohibe a las personas que deben practicar diferentes ritos" (ibid).

La situacin de la pareja humana primitiva podra sintetizarse as: el hombre dominante controla a la mujer peligrosa y restringe hasta el extremo de su desaparicin su derecho a la eleccin conyugal. Para la autora recin citada en la mxima expresin de tal modalidad se encuentran aquellos "pueblos cuyas mujeres son literalmente piezas de ajedrez" (ibid).

. Virginidad y adulterio:

Algunos pueblos primitivos que subsisten en frica no juzgan que la prdida de la virginidad sea una ofensa a las divinidades, aunque s lo es el hecho de que se produzca el parto antes de la iniciacin ritual, de esta manera lo que se legaliza no es tanto la relacin sexual en s misma, como la fecundidad.

Sin embargo, si dejamos de lado las excepciones ms o menos frecuentes, la prdida de la virginidad y el adulterio son pecados que en los pueblos primitivos caen sobre toda la familia y merecen la muerte de los culpables, aunque en numerosas ocasiones el castigo se practique slo en forma simblica.

Mair (1972) sugiere que estas concepciones primitivas "surgen esencialmente de la necesidad de atribuir una situcin bien definida a cada nuevo miembro que nazca en la sociedad, y slo cuando sta comienza a perder importancia, pueden interpretarse y ser rechazadas, como expresiones de un puritanismo exagerado". En este sentido interpreta todas las normas referentes a la virginidad y al adulterio como orientadas a evitar embarazos extraconyugales, vale decir, ilegtimos.

Gough (1974), citando a Murdock nos brinda una imagen diferente, pues dice haber comprobado una estricta prohibicin de las relaciones sexuales prematrimoniales tan slo en el 26% de las sociedades de cazadores, aclarando que para el resto no debe tomarse en cuenta solamente la baja edad en la que se producen las bodas y la consecuentemente exigua probabilidad de tales relaciones, sino tambin la permisividad generalizada para esos contactos, en algn caso especialmente estimulados por la comunidad.

En estos pueblos, segn la misma Gough (ibid), a pesar de los castigos aplicados, el adulterio est ampliamente extendido.

. La actividad sexual propiamente dicha:

No tenemos forma de conocer con certeza las caractersticas de la relacin sexual humana durante el Paleoltico, ni siquiera durante el Neoltico, aunque los datos que nos aporta la Psicologa Comparada permiten elaborar una serie de especulaciones sobre el particular.

El proceso de hominizacin implic, desde el punto de vista de la Anatoma, una serie de cambios estructurales que necesariamente deben haber conllevado novedosas conductas sexuales y sociales.

El cuerpo femenino, curiosamente profanado por la pornografa y la publicidad de la sociedad de consumo, constituye antropolgicamente el templo de la hominizacin. As como la disposicin torcica anterosuperior de las mamas condicion una forma de lactancia mirada a mirada, capaz de poner los cimientos de la personalidad y de la comunicacin humana, la ubicacin de la vagina, al permitir el coito mirada a mirada –como qued dicho- result una base similar en cuanto a la construccin del dilogo entre el varn y la mujer. Este dilogo, surgido entre seres poseedores de la nueva y fascinante capacidad de prever el futuro obligan a la elaboracin de un proyecto. A su vez un proyecto que se da en sujetos marcados por una fuerte tendencia a la cooperacin, tendr que ser necesariamente un proyecto comn.

Reiteremos que la sexualidad humana es, ante todo, dialogal, es decir que se produce inmersa en, condicionada por, y al servicio del dilogo: tal vez sta sea la mayor diferencia con la actividad sexual del animal.

Desde el punto de vista fisiolgico, la exclusin de perodos de celo indudablemente supuso una actividad sexual mucho ms frecuente y permanente. Si a esta caracterstica le agregamos la de coitos mucho ms prolongados y conscientes, estaremos en condiciones de afirmar que la actividad sexual sufri otro cambio importante: se volvi ms placentera, se complet con conductas preparatorias y se sigui de una gozosa emocin compartida, dando nacimiento al novedossimo mundo del erotismo.